Sudáfrica

Como no puede ser de otro modo en este mes, las mentes de todo el país están centradas en Sudáfrica. País sobre el cual, antes del mundial, la gente sabía poco o nada y que parece ser ahora uno de los temas a tratar en todos los periódicos. Parece que la gente parece vuelve a darse cuenta de la pobreza que arrasa el continente africano, ¿pero durará esto más allá del 11 julio?

Hoy es el aniversario de uno de los hitos que marcó los comienzos del apartheid en Sudáfrica. Hace hoy 34 años, miles de estudiantes salieron pacíficamente de las escuelas de Soweto con la intención de llegar al Orlando Stadium. ¿Por qué protestaban? Por la igualdad, porque gobierno había decidido suprimir las clases de inglés para los estudiantes negros y que se ensenara sólo en afrikáner. Esta sería la penúltima ley antirracista en el país.

Mientras los estudiantes caminaban pacíficamente cantando a una sola voz “Oh Dios, salva a nuestra nación”, la policía responde con granadas de gases lacrimógenos y disparos, dejando centenares de muertos y heridos.

Mientras leía este artículo en El Mundo, me he acordado de una película que vi hace unos años y que recomiendo a mucha gente, se llama Diamantes de Sangre. El largometraje habla sobre la explotación del pueblo de Sierra Leona a manos de unos guerrilleros, que conseguían su dinero vendiendo diamantes al mundo occidental. La película se centra en la familia Vandy: el padre saca diamantes de las pozas, el hijo pasa a formar parte de las filas guerrilleras (después de que le laven el cerebro) y la madre y hermanas son llevadas a un campo de refugiados. Como esta historia hay miles en toda África, algunas que sabemos y otras que no.

¿Cuál es el problema de todas estas películas y documentales? Que salimos llorando del cine, con una frustración para la cual no encontramos cauce, y al final lo único que sabemos hacer es escribir algo o recomendar la película. ¿Por qué no hacemos más? Por lo de siempre, porque pensamos: “Yo solo no puedo hacer nada”.

Me ha asaltado ese pensamiento al empezar a escribir, pero he pensado: “No, esta vez no. Esta vez escribo”. Por los millones de niños que en estos días están muriendo de hambre en la misma ciudad donde imponentes equipos se juegan el reconocimiento mundial, por la injusticia que todavía se lleva a cabo en esos países, por los problemas raciales, por las explotaciones de los europeos en este continente, por las miles de historias que se asemejan a la de los Vandy.

Pero ante todo escribo esto porque pienso que lo que yo haga, por pequeño que sea, puede contribuir un poco a mejorar la situación. Este es el motivo por el que empezamos este blog y esta revolución.

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