Yo aborté: Cuando decir la verdad no es fácil


Dicen que a buen entendedor pocas palabras bastan. Y es que no hay más que oír las palabras claras y sinceras de Esperanza Puente como para no entender el infierno en el que viven las mujeres que deciden abortar. De voz potente y tono castizo, Esperanza no deja indiferente a nadie cuando narra en primera persona lo que siente, piensa y padece una mujer cuando decide traspasar las puertas de una clínica abortista. En sus oyentes, sus palabras han provocado todo tipo de reacciones: desde el nacimiento de niños no deseados por sus madres hasta su censura en diversos programas televisivos y radiofónicos. No se puede negar: Esperanza es todo un fenómeno mediático.

En apenas tres días de estancia en Pamplona, esta mujer ya ha visitado cuatro residencias universitarias y dos colegios. Aunque esa capacidad de comunicar, de transmitir su mensaje parezca innata, todos sabemos que reconocer nuestros propios errores nunca es tarea fácil y a Esperanza, en su caso, le costó diez años.


Desde que abortase a su hijo en 1986, esta mujer sufrió una década de silencio condenada a pesadillas constantes, autolesiones y ataques de ira que la llevaron al punto de maltratar física y psicológicamente a su único hijo. Fue en Toronto durante Encuentro Mundial de los Jóvenes en el verano 2002, cuando Esperanza despertó de este mal sueño. “Estaba desconsolada, no sabía que hacer con mi vida. Llevaba un largo tiempo yendo al psicólogo y no notaba ninguna mejoría. Decidí ir a ver al Papa Juan Pablo II a Toronto, a pesar de llevar bastante tiempo alejada de la Iglesia. Nada más confesarme, un sacerdote me dio la clave para dedicarme a lo que hoy me dedico: saber utilizar ese mal que hice para conseguir el bien”, señala Esperanza.


Tres años después, en marzo del 2005 Esperanza se encontraba dando testimonio de su experiencia en la sede de las Naciones Unidades en Nueva York durante la 49º Conferencia Internacional de la Mujer "Pekín + 10". Este viaje fue lo que marcó el inicio de su labor, que desempeña hasta el día de hoy: dar testimonio de la experiencia que ha tenido como mujer que abortó voluntariamente.
Nada más acabar el encuentro, Esperanza decidió incorporarse en la Asociación de Victimas del Aborto (AVA) para poder ayudar a las mujeres que también habían abortado. “Fue un año duro. No daba abasto. Era incapaz de conciliar mi vida laboral y familiar, tenía un hijo adolescente al que atender”. Finalmente, debido a la libertad de horarios que ofrecía, se incorporó a la Fundación Red Madre en donde se dedicó especialmente a hablar con las mujeres que dudaban en abortar.

Este año Esperanza ha publicado su primer libro titulado Rompiendo el silencio. En él aparecen recogidas tanto su experiencia personal, como la de hombre y mujeres con los que ella ha tratado. El prólogo está escrito por su gran amiga, la periodista Cristina López Schlichting quien le ha ayudado a sacar el proyecto adelante, cuyos beneficios van a ir a parar a la Fundación Red Madre. “Tenemos que tener el compromiso de no callarnos, de decir la verdad. No podemos tolerar que nos manipulen más a las mujeres.

Si la Ley ampara matar a un hijo, ¿quién nos dice que no acabará declarando lícito que un hijo mate a una madre?”, se pregunta Esperanza.


Esta mujer sabe de lo que habla y por eso no tiene pelos en la lengua. Ella ha sido una víctima más de lo que no se nos cuenta a las mujeres al traspasar las puertas de una clínica abortista.

Nueva York abre el grifo

El Tapproyect comenzó en Nueva York en 2007. UNICEF reinventó con este proyecto una nueva forma de ser solidario en el siglo 21, que consiste en pagar un dólar o más cada vez que pides un vaso de agua en los restaurantes colaboradores. El dinero recaudado se invierte en proyectos dedicados a salvar la vida de niños de todo el mundo que mueren cada día por falta de agua limpia en los lugares en los que viven.

Este proyecto de UNICEF ha crecido mucho durante este tiempo y se ha convertido en un movimiento nacional en el que participan numerosos restaurantes y consumidores estadounidenses. Son también muy numerosas las agencias que participan en el proyecto y que han hecho una estupenda labor comunicativa para sacarlo adelante. Podéis ver el vídeo de la campaña siguiendo este enlace.



A propósito del agua de Nueva York, me ha interesado también una iniciativa del neoyorkino Craig Zucker que, resaltando la calidad del agua de grifo de Nueva York, ha conseguido que los habitantes de esta ciudad paguen por beber el mismo agua que pueden encontrar en sus casas. En lugar de gastar una ingente cantidad de dinero en trasladar agua desde “montañas suizas” o “lejanos glaciares”, el productor de este agua embotellada dice honestamente que vende “agua del grifo de Nueva York” y lo hace porque el agua de esta ciudad es de calidad. Presenta el producto en un moderno envase que se ha puesto de moda y que resalta el sentimiento neoyorkino, que tanto gusta a esta nación, muy orgullosa de ser quien es. Además, invita a sus consumidores a volver a llenar la botella con el agua de sus casas una vez consumida de modo que incentiva el reciclaje y colabora con el medio ambiente.

¿No es una idea increíble?

Ojo con Honduras

Hace unos meses recibimos la noticia de un golpe de Estado en Honduras, sin embargo, después de pocas semanas la prensa no siguió informando sobre el asunto. Más 68 ha conseguido hablar con un hondureño que está de visita en nuestro país y nos cuenta toda la verdad sobre lo acontecido.

Resulta que el único golpe de Estado fue el que dio la prensa internacional. Los hondureños estaban hartos de que su presidente se viera constantemente inmerso en problemas de corrupción, hasta tal punto que a petición del pueblo el ejército lo sacó del país, pero no para ponerse él. El Parlamento, representación de todos los hondureños pidió al anterior presidente que se hiciera cargo de la situación para convocar unas nuevas elecciones. Nada se ha anunciado acerca de las elecciones que tendrán lugar en varios meses.

¿Por qué entonces tanta confusión? El anterior presidente decidió que era una buena idea montar un numerito volviendo a su país. La gente fue a esperarle a la pista de aterrizaje y, entonces, fue cuando murió un joven. Los periódicos no tardaron en achacar la muerte al ejército, sin embargo, según nuestro confidente, el disparo estaba en la espalda. Es decir, el disparo vino por los mismos que estaban esperando al presidente.

Nada claro parece el tema. Pero no se esclarece cuando le preguntamos acerca del interés de Venezuela por Honduras. Nuestro hondureño nos confiesa que hace poco se ha descubierto una gran poza de petróleo y que eso podría clarificar el interés de Chávez porque vuelva un presidente corrupto y el bloqueo de Estados Unidos al nuevo presidente.

Un poco más de cordura, por favor.

Gritos en el desierto

Desde hace unos años se despertó un gran interés por el mundo islámico. En los últimos meses han visto la luz numerosos libros que narran cómo es la situación en estos paises. Las historias suelen ambientarse en zonas asiáticas donde, en muchos casos, los gobernantes han impuesto teocracias que obligan a la gente a cumplir una serie de leyes basadas en “normas” que se presentan en el Corán.

Este es el caso de “La Prisionera de Teherán”. Esta historia narra la vida de Marina Nemat, una chica de 15 años que es encarcelada en la Prisión de Evin por contestar a una profesora. La situación en su país se ha complicado desde que el Ayatolá Jhomeini sube al poder. Guardias del nuevo régimen patrullan las calles y se instalan en colegios y universidades para hacer acatar las nuevas normas.

En el colegio de Marina aparecen muchas profesoras nuevas afines al régimen que aprovechan las clases para dar lecciones religiosas fundamentalistas. La protagonista reúne el valor para enfrentarse con una, pero el resultado es una revuelta escolar. Muchas alumnas son encarceladas en Evin, donde son torturadas hasta conseguir que acusen a otras compañeras de ser contrarias al régimen. Marina es librada de la muerte en el momento de fusilarla por un guardia que después le obligará a casarse con él y a convertirse al Islam. En el libro, Marina cuenta sus pensamientos más íntimos y confiesa como su fe (rusa ortodoxa que nunca abandonará), le ayuda a seguir con vida y a no dejarse llevar por la desesperación a pesar de verse casada con un hombre al que odia.

Gracias a esta novela podemos percatarnos de la vida tan dura por la que pasan muchas mujeres en algunos países asiáticos. También te hace darte cuenta de como el adoctrinamiento al que son sometidas no les permite actuar. ¿Hasta que punto hay que respetar unas prácticas que degradan a la mujer? La historia de Marina es un grito de auxilio en el desierto que espera que sirva para mejorar la situación a la que día a día se enfrentan millones de mujeres.

Marta García Centenera

¿Qué le falta a nuestra sociedad?

Esta tarde he recibido una factura de Movistar en la que se olvidaban de realizar una serie de descuentos por unas tarifas que había contratado. Tras hablar por teléfono con ellos y tratar de llegar a un acuerdo (que no he conseguido) para que mi dinero fuero restituido, me he puesto a pensar. Me parece vergonzoso que exista la necesidad de reclamar unos derechos que me pertenecen como cliente y siguen sin ser devueltos. ¿Qué problemas hay en nuestra sociedad? ¿Qué es lo que falla para que lleguemos a estos extremos?

Estamos en un periodo de crisis de valores, se ha perdido la simple confianza en el prójimo y las ganas de hacer la vida más cómoda al resto. ¿Dónde se ha escondido la palabra servicio? Creo que deberíamos replantearnos cuál es nuestra misión en este mundo. Las mismas empresas tendrían que tener muy claro que deben estar para apoyar a la sociedad, porque si no, ¿de qué nos sirven? La verdadera forma de atraer clientes duraderos no es el marketing barato, sino el ofrecer un buen servicio.

Debemos cambiar nuestra mentalidad, comprometernos de verdad con la sociedad de la que formamos parte. Sé que parece una utopía, pero si no nos proponemos pequeñas metas realmente lo será, y no quedará más que papel mojado de lo dicho. Hagamos el propósito, yo la primera, de no desistir en hacer la vida más agradable al prójimo, aunque aparentemente el mundo no mejore. Lo hará.

Nuria Ferrer-Chinchilla