Llevo una semana pensando en Japón, en lo que ha sucedido y en lo que puede suceder. Hasta que ayer caí en la cuenta de lo superficial que era mi planteamiento. Me había dedicado a leer sobre los reactores y el debate acerca de las centrales nucleares. Ayer me metí en una clase de Comunicación Audiovisual con el profesor, Carlos Muguiro, gran experto en documentales analizó cuatro vídeos que se habían tomado en Japón. El primero era un japonés que con cámara en mano graba lo que pasa a su alrededor, el segundo: imágenes tomadas desde una azotea, tercero: desde los helicópteros y cuarto: imágenes satélites. Las imágenes que se muestren influyen decisivamente a la hora de contar una historia. Pero no se queda ahí la cuestión.
También aludió a cómo con el terremoto de Haití no habían hecho más que mostrar imágenes morbosas y desoladoras, mientras que con Japón no habíamos visto un solo muerto. No solo es por el respeto que se le tiene en la cultura japonesa a los muertos. Parece que hay mucho más. Podría ser que las diferentes ideas que tenemos de los dos pueblos influyen a la hora de recibir y contar la noticia. Mientras que Haití había que buscar ayuda humanitaria urgentemente, en Japón ya se está hablando y esperando a ver cómo van a recuperarse de una desgracia como esta, ya que lo han hecho en otras ocasiones.
Y mientras en Occidente nos entretenemos en debatir: centrales nucleares sí o no. Me parece que ese es un debate sumamente superficial que demuestra el ombliguismo europeo una vez más. Es importante, sí, pero secundario. No debemos olvidar que lo que ha ocurrido es una catástrofe y que aunque no veamos ninguna imágen hay 15.000 muertos y desaparecidos. Y todo lo que nos queda por saber y los refugiados y las consecuencias... Todo lo demás puede esperar.
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