Mi disposición ante el Congreso de Jóvenes con Valores que se organizó en Pamplona hace un par de semanas, en un primer momento, fue hacerle un favor a una amiga; esto cambió cuando pensé que quizá me podría ayudar de algún modo a orientar mi carrera o que sería interesante, pero siempre pensando que sería un evento más.
Pero tras la presentación de Pilar Canovas, organizadora del Congreso, apareció Jaume Sanllorente dispuesto a contar cómo había cambiado su vida. En un principio, pensé que iba a ser otra conferencia más sobre la pobreza que hay en el mundo y lo malos que somos por ser materialistas. Esta idea cambió radicalmente cuando el joven catalán inició su ponencia diciendo que él no venía a cambiar el mundo, ni mucho menos a pedir dinero, sino que simplemente quería hacernos reflexionar sobre la vida y las decisiones que tomamos poniéndose como ejemplo a él mismo. Este barcelonés abandonó su cómoda vida en la ciudad condal para ayudar a niños de la India. Cuando se fue por primera vez, no iba con esta idea, ni mucho menos, pero al ver la situación sintió el impulso de dejarlo todo e irse a Bombay a ayudarles.
“Antes de dormir mira un rato las estrellas”
Como periodista curioso, así se define, empezó a observar; caminó por las calles de Bombay, pero no con la idea de ir ayudando ni mucho menos, sino simplemente quería hacer turismo. Esto le cambió la vida. Contó alguna de sus experiencias cuando llegó.
Un día cuando iba en taxi hacia su alojamiento le dijo al conductor que parara en una de las calles más demacradas de la ciudad. Tras pelearse con el taxista que no le quería dejar allí por miedo a que algo le pudiese ocurrir, anduvo por uno de los barrios donde la prostitución es la única forma de supervivencia. La curiosidad le llevó a adentrarse en uno de los burdeles de los que había oído hablar, quería ver con sus propios ojos, qué era aquello y si eran ciertos los rumores que corrían. Cuando terminó de subir las escaleras que había tras la puerta, Jaume pudo ver una cortina, tras la que se imaginó que había una prostituta y su cliente. Cuando quiso salir de allí, por miedo a que algún mafioso le descubriera, al darse la vuelta pudo ver a un niño. Un niño indio de apenas 2 años de edad que llevaba un preservativo usado en la boca.
Como periodista curioso, así se define, empezó a observar; caminó por las calles de Bombay, pero no con la idea de ir ayudando ni mucho menos, sino simplemente quería hacer turismo. Esto le cambió la vida. Contó alguna de sus experiencias cuando llegó.
Un día cuando iba en taxi hacia su alojamiento le dijo al conductor que parara en una de las calles más demacradas de la ciudad. Tras pelearse con el taxista que no le quería dejar allí por miedo a que algo le pudiese ocurrir, anduvo por uno de los barrios donde la prostitución es la única forma de supervivencia. La curiosidad le llevó a adentrarse en uno de los burdeles de los que había oído hablar, quería ver con sus propios ojos, qué era aquello y si eran ciertos los rumores que corrían. Cuando terminó de subir las escaleras que había tras la puerta, Jaume pudo ver una cortina, tras la que se imaginó que había una prostituta y su cliente. Cuando quiso salir de allí, por miedo a que algún mafioso le descubriera, al darse la vuelta pudo ver a un niño. Un niño indio de apenas 2 años de edad que llevaba un preservativo usado en la boca.
Esto le conmovió de tal manera que decidió que si algo podía hacer, debía hacerlo sin pensar. El último día de su viaje fue sin premeditación alguna, a un orfanato del que le habían hablado, para ver la situación en la que se encontraban aquellos niños. Cuando llegó uno de los 40 niños que residían allí le sonrió y él se emocionó.
Cuando volvió a Barcelona se enteró de que este orfanato lo querían cerrar por falta de dinero. Él sabía que si lo cerraban la supervivencia de aquellos pequeños no estaba asegurada. Así que vendió su piso, dejó su trabajo, pidió dinero a todos los que conocía y se fue. Regresó a Bombay e hizo que no cerraran aquel orfanato. Con la ayuda de 339 personas indias y 30 extranjeras ha conseguido salvar ya la vida de 6000 niños. Jaume ha logrado que estos pequeños tengan un futuro o, al menos, puedan pensar en él. Pero insiste en que no hay que irse tan lejos para hacer algo bueno, que hemos de empezar por sonreír a los demás.
Tras esta intervención, uno se queda pensativo sobre qué puede hacer para ayudar a aquellos niños, pero si ahondamos más en nuestro pensamiento nos damos cuenta de que él no lo hizo para que le pusieran medallas, ni para sentirse mejor, sino porque creyó que era lo que debía hacer. Tras reflexionar un rato me he dado cuenta de que con una sonrisa puedes hacer feliz aunque sea sólo a una persona y, como él dijo, tan sólo por una vida habrá merecido la pena. Dicho esto, les invito a reflexionar por un minuto, ¿cuesta tanto sonreír en un ascensor?