Me pasan cosas que no le pasan a nadie más y no creo que sea raro, creo que es igual para todos. Es curioso, pero no todas las mentes funcionan de la misma forma. Yo veo caras en los zapatos de cordones y nadie que conozca lo hace. Sería problemático que creyera que realmente son caras o que hablara con ellos, pero sé que son zapatos y me divierte ver caras donde hay zapatos. No doy más explicaciones.
El caso es que cada persona tiene una serie de costumbres mentales. Además de ver caras en los zapatos, acostumbro a tener unos pocos pensamientos fijos junto a un montón de pensamientos cambiantes. Una vez me puse a escribir un cuento en el que decía que quería escribir historias sencillas de personas buenas en enormes lugares que no las hacen pequeñas. Esta frase se convirtió en uno de mis pensamientos fijos. La verdad es que no he escrito demasiadas historias de este tipo, pero cuando me topo con una de estas la reconozco, porque es la clase de historia que me hubiese gustado escribir.
Esto me pasó el otro día cuando vi de nuevo la película "Once" después de mucho tiempo.Una amiga acababa de verla y cuando me lo dijo me entraron ganas de volver a hacerlo yo también, tenía muy buen recuerdo de ella. Es una pelicula especial que se hizo con muy poco presupuesto. La fotografía no es de muy buena calidad pero es que es perfecta para la historia: tan sencilla, tan real. La protagonizan un cantautor que toca en las calles de Dublín y trabaja con su padre arreglando aspiradoras y una chica inmigrante de Europa del Este que vende flores para mantener a su madre y a su hija y toca el piano a mediodía en una tienda de música. Ambos personajes sufren por tristes recuerdos relacionados con personas a las que amaron y se encuentran solos. Es una historia de amistad y amor que contempla la relación entre un hombre y una mujer con delicadeza, tomándose el tiempo necesario y con realismo, descubriendonos que el amor de verdad no es caprichoso.
El caso es que cada persona tiene una serie de costumbres mentales. Además de ver caras en los zapatos, acostumbro a tener unos pocos pensamientos fijos junto a un montón de pensamientos cambiantes. Una vez me puse a escribir un cuento en el que decía que quería escribir historias sencillas de personas buenas en enormes lugares que no las hacen pequeñas. Esta frase se convirtió en uno de mis pensamientos fijos. La verdad es que no he escrito demasiadas historias de este tipo, pero cuando me topo con una de estas la reconozco, porque es la clase de historia que me hubiese gustado escribir.
Esto me pasó el otro día cuando vi de nuevo la película "Once" después de mucho tiempo.Una amiga acababa de verla y cuando me lo dijo me entraron ganas de volver a hacerlo yo también, tenía muy buen recuerdo de ella. Es una pelicula especial que se hizo con muy poco presupuesto. La fotografía no es de muy buena calidad pero es que es perfecta para la historia: tan sencilla, tan real. La protagonizan un cantautor que toca en las calles de Dublín y trabaja con su padre arreglando aspiradoras y una chica inmigrante de Europa del Este que vende flores para mantener a su madre y a su hija y toca el piano a mediodía en una tienda de música. Ambos personajes sufren por tristes recuerdos relacionados con personas a las que amaron y se encuentran solos. Es una historia de amistad y amor que contempla la relación entre un hombre y una mujer con delicadeza, tomándose el tiempo necesario y con realismo, descubriendonos que el amor de verdad no es caprichoso.
Las canciones que escribió el propio Glen Hansard, protagonista de la película y miembro de The Frames, cuando su amigo John Carney le propuso hacer una película musical poco común, son estupendas y amplían el discurso de los protagonistas emocionando al espectador.