Los impresionistas
En 1874 nació en Francia un movimiento artístico, cuyo nombre deriva de un cuadro de Monet Impression, soleil levant (Impresión del sol naciente). Tuvo corta duración pero fue innovador en cuanto a técnicas pictóricas, ya que a partir de estas, se produjo el arranque de las corrientes artísticas del siglo XX. En lo que se refiere a los rasgos específicos de sus obras, los impresionistas se oponían al arte oficial y junto a ello, al aprendizaje académico, salones, premios y escuelas privadas que este conllevaba. Ese sentimiento individualista hizo que los impresionistas viviesen el rechazo de la sociedad y tuviesen que buscar formas alternativas para la divulgación de sus obras.
Esta ruptura con el arte oficial comienza a verse reflejado en los nuevos e inusuales temas que plasmaron en sus lienzos. Rechazaron los temas cultos y antiguos para apostar por el predominio casi absoluto del paisaje, centrado en la captación de la luz y los reflejos sobre vistas marinas, fluviales o nevadas. La ciudad, sus calles, estaciones, y puentes, la vida real y urbana, preferentemente en los lugares de ocio como las fiestas, los bailes populares, las carreras de caballos o cualquier otro motivo sin importancia, fueron elegidos casualmente por la impresión personal del artista. Abandonaron el tradicional estudio por el que abogaba el arte oficial para poder desarrollar el suyo propio.
Deseaban ser modernos y esto les llevó a estudiar de la naturaleza por observación directa y objetiva sin posterior elaboración al acudir a esta misma. Es al aire libre donde los impresionistas trataban de aprehender la luz atmosférica cambiante y fugaz a diferentes horas del día. Realizaban series basadas en el estudio científico-químico de la relación luz-color apostando así, por la vibración colorista. La práctica de la pintura al aire libre traía como consecuencia el manejo fugaz del pincel para tratar de aprehender esa luz atmosférica cambiante. Por lo que, en su empeño por conseguir captarla, desarrollaron la pintura rápida que consistía en una técnica fragmentada, suelta y libre, de pinceladas cortas, deshechas, en forma de coma, que dejaban a un lado el dibujo correcto y el modelado de las figuras dando así a sus cuadros, la sensación de inacabado.
El invento de la fotografía fue crucial en la vida de los impresionistas: a pesar de que la realidad estereoscópica se consideraba un rival para el gremio artístico, los impresionistas supieron atacarla en donde esta no se podía defender: el color. Es por esto que, al no verla como un posible competidor, la utilizaron como medio de investigación y búsqueda personal ya que ofrecían visiones cada vez más subjetivas del mundo contemporáneo. Así pues, los escenarios elegidos por los impresionistas se vieron influidos por los encuadres fotográficos en los que, como una instantánea, el movimiento queda congelado y las figuras aparecen seccionadas.
Pero, ¿qué es lo que lleva a los artistas a que salgan de su estudio?, ¿por qué se centraron en la naturaleza y en la vida urbana y abandonaron otros temas como el religioso o el político?, ¿acaso puede tener todo esto una explicación histórica?. El profesor Ernst Gombrich, afirma que la historia del Arte es la historia de los artistas, por lo que, estos como nosotros ahora, estuvieron condicionados por el contexto de la sociedad que les rodeaba: la Francia del último tercio del siglo XIX.
Contexto histórico
Como podemos intuir, Francia estaba atravesando una buena situación económica debida a la reciente revolución industrial que tuvo lugar durante el Segundo Imperio entre 1851 y 1870. Esta época se caracterizaba por el triunfo de la economía capitalista gracias a una industrialización predominantemente textil y siderúrgica.
Por otra parte, el colonialismo también contribuyo a su desarrollo ya que, debido a la explotación de las colonias, se podían obtener materias primas indispensables para la industria europea que intensificaban el comercio y aseguraba el consumo de los productos industriales con los grandes mercados coloniales. Su imperio colonial estaba compuesto por territorios como Argelia, Túnez, Marruecos, Senegal, Congo, Gabón, Madagascar e Indochina entre otros.
Gracias a estas posesiones y al alto nivel industrial, Francia se convirtió en una potente fuerza militar. En cuanto a su política exterior, destaca también enfrentamientos con otras potencias como fue la Guerra franco-prusiana de 1870, en la que el ejercito prusiano, reforzado por los ejércitos de los demás reinos alemanes, derrotó al francés en Sedan Como consecuencia de esta derrota, Francia perdió dos ricas regiones: Alsacia y Lorena, a demás de contribuir con grandes sumas de dinero en concepto de reparaciones de guerra.
Esta derrota no sólo supuso la pérdida de un gran ejército, sino el honor de Francia como potencia mundial y el vacío de poder. Este hecho fue aprovechado por las organizaciones obreras y por sectores de la pequeña burguesía para forjar una insurrección popular que terminó con el debilitado Imperio de Napoleón III y la instauración de un nuevo gobierno en 1871: la Comuna de París. Durante este periodo, se intentó aplicar un programa revolucionario inspirando en ideas socialistas y democráticas: la elección del gobierno por sufragio universal, la separación de la Iglesia del Estado o la formación de una milicia popular fueron algunas de las muchas medidas.
Analizado el contexto histórico francés de la segunda mitad del SXIX, es comprensible el desarrollo de un movimiento artístico que buscase salir del estudio y que se abriese a nuevos horizontes y perspectivas ya que, de alguna forma, lo hizo análogamente Francia con su expansión colonial: dominó “nuevos horizontes, nuevas perspectivas”.
También podemos observar la tensión que se establece entre el arte y la historia en la necesidad de plasmar la vida urbana. Como hemos señalado, la revolución industrial hizo que Francia se convirtiese en una gran potencia dominada por la clase burguesa. El encumbramiento de la burguesía como grupo privilegiado en el siglo XIX conllevó a la vez, el mantenimiento de los hábitos tomados de la aristocracia y el surgimiento de otros nuevos. La familia burguesa era la célula básica de inserción del individuo en la sociedad y por ello fue objeto preferente de atención y control por parte del Estado.
Los artistas, como buenos historiadores de su tiempo, se remitían a plasmar lo que veían en la sociedad: cafés, vedes, carreras de caballos, bailes populares. Toda una serie de fiestas y diversiones populares que reflejaban en el fondo la lejanía religiosa de una sociedad que, como más tarde auguraría Nietzsche, “había matado a Dios”. En otras palabras podemos destacar que, el hecho de que los impresionistas no plasmasen en sus cuadros ningún acto piadoso o escena religiosa, manifiesta de forma alguna, el vacío que había hacia Dios, escondido entre farolillos y bailes.
Este taller estaba formado por paredes construidas con el material del ocio tan característico de la sociedad francesa en la segunda mitad del siglo XIX. Un ocio, con el que los impresionistas disfrutaron en su momento y con el que tratan de hacernos disfrutar, plasmándolo en sus cuadro. Desde los bulliciosos bares y restaurantes de París donde la sociedad francesa nos transmite el fulgor de la época, hasta aquellos silenciosos días soleados reflejados en ríos y jardines.
Fueron sólo unos pocos, los impresionistas, los que un día decidieron revelarse contra las normas establecidas para llevar el arte a su máxima plenitud.
¿Es que acaso hoy en día a nadie le interesa revelarse por amor al arte?
¡¡ Seamos impresionistas, veamos el mundo con otros ojos!!
Sensacional post,imágenes y textos.Te felicito.
ResponderEliminarMe encantaría mostraros mi blog de pintura collage.
http://lolipintorartecollage.blogspot.com
Hay que cambiar la forma de mirar al mundo. Rocio, sin duda, impresionante!
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