¿El fin de los periódicos?

El futuro para los medios de comunicación es Internet. Esta Revista lo tiene claro y apuesta por ello. Lo que no está tan claro es de qué manera se mantendrán económicamente los periódicos cuando sólo exista el formato web. Nuevos interrogantes a los que hay que dar respuesta.

Son preocupaciones reales como pude comprobar al escuchar Berna G. Harbour, subdirectora de El País, el miércoles cuando vino a la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra a mantener una sesión con los alumnos. Habló de los cambios de El País, de la visión del Periodismo actual y, sobre todo, del futuro. Os invito a que leáis la interesante entrevista publicada en la página web de la Facultad.

En ella se muestra la imagen de un periódico y el afán de una periodista por llegar realmente a sus lectores. Una de las cosas que más me llamó la atención es lo que dijo acerca de los tiempos actuales. Estamos en un tiempo de crisis económica, pero los contenidos no están en crisis, afirmó.

La gente cada vez lee más el periódico y cada vez más a través de Internet, eso le facilita profundizar, contrastar y enviar las noticias que más le interesen. Cómo se mantendrán los periódicos el día de mañana, cómo nos mantendremos cada uno, no está tan claro.

Día del libro

Hoy es el día del libro. ¿Por qué este día? Porque coincide con la muerte de Shakespeare y de Cervantes. Pero no celebramos su muerte... ni la muerte de la literatura, sino que conmemoramos la figura de dos de los más grandes aportaciones a la literatura. También, algunas comunidades celebran Sant Jordi con el habitual regalo de una rosa y un libro. No he recibido ninguno de los dos, sin embargo, he podido disfrutar de una maravillosa tertulia a cargo de una filóloga que se embarcó en el mundo de los libros. Lleva casi veinte años en la profesión, a cargo de la Librería Universitaria de la cadena de Librerías Troa.


Se declara una deboradora de lo libros y confiesa que si hubiese pagado por las consultas (cosa que no le sale del alma) que le hacen los clientes sobre la vida se hubiese forrado. Su relación con los libros es tan estrecha que dice que a veces les oye, que habla con ellos.

Ha intentado desmontar muchos mitos sobre la lectura, pero, sobre todo, ha mantenido que para leer se necesita tiempo y silencio para meter cabeza. No hay reglas ni prisas. Leer es una actividad intelectual, una de las que más transforma. Frente a un libro el individuo está sólo, y como dice Steiner uno lee con todo lo que lleva encima. Podría haber hecho millones de clasificaciones literarias, pero afirma que cada uno tiene que dar con su libro, con su autor


Frente a los que afirman que hay que leer de todo, se defiende diciendo que hay que también hay que comer de todo y no por eso comemos basura. La gente cada vez está más desencantada con los best-seller y acuden más a la consulta del librero. Con respecto a la literatura española comenta que está como la sociedad (¿cada cuál que extraiga sus consecuencias?), que necesita un empuje para salir de la literatura de posguerra y que necesitamos que no nos engañen.

Universitas: un saber sin fronteras

Qué mejor sitio para darse una Revolución que la universidad. Hace unos días pude asistir al Congreso Internacional UNIV. Este año el tema propuesto era: "Universitas: un saber sin fronteras".

4300 estudiantes de 200 universidades se dieron cita en Roma con el fin de contribuir a que se revisasen presupuestos, a través de un diálogo real entre personas y entre saberes en la universitas: entre fe y razón, entre ciencia y revelación, entre técnica y ética, entre creyentes y no creyentes.

Paola Binetti, senadora italiana del Polo de la izquierda de Romano Prodi, expuso cómo el parlamento italiano se enfrentó a la ley sobre el aborto. La vicerrectora de la Universidad de Strathmore habló sobre los principios y fines de la universidad, sobre la participación de los estudiantes dentro y fuera de las aulas, etc. Os dejo con una entrevista interesante.

Al día siguiente muchas estudiantes tuvieron la oportunidad de presentar sus ponencias frente al público asistente. Quisiera resaltar sólo una que me llamó la atención y me llenó de esperanza. La ponencia era sobre la Revolución de la Rosa Blanca, un grupo de universitarios que se enfrentaron al régimen nazi y nos dieron una lección de principio y valentía. Las ponentes fueron enérgicas y se llevaron la aclamación de público. Espero que una de ellas nos cuente más en su blog.

REFLEXION[ARTE]



Los impresionistas
El amanecer de la segunda mitad del siglo XIX


En 1874 nació en Francia un movimiento artístico, cuyo nombre deriva de un cuadro de Monet Impression, soleil levant (Impresión del sol naciente). Tuvo corta duración pero fue innovador en cuanto a técnicas pictóricas, ya que a partir de estas, se produjo el arranque de las corrientes artísticas del siglo XX. En lo que se refiere a los rasgos específicos de sus obras, los impresionistas se oponían al arte oficial y junto a ello, al aprendizaje académico, salones, premios y escuelas privadas que este conllevaba. Ese sentimiento individualista hizo que los impresionistas viviesen el rechazo de la sociedad y tuviesen que buscar formas alternativas para la divulgación de sus obras.

Esta ruptura con el arte oficial comienza a verse reflejado en los nuevos e inusuales temas que plasmaron en sus lienzos. Rechazaron los temas cultos y antiguos para apostar por el predominio casi absoluto del paisaje, centrado en la captación de la luz y los reflejos sobre vistas marinas, fluviales o nevadas. La ciudad, sus calles, estaciones, y puentes, la vida real y urbana, preferentemente en los lugares de ocio como las fiestas, los bailes populares, las carreras de caballos o cualquier otro motivo sin importancia, fueron elegidos casualmente por la impresión personal del artista. Abandonaron el tradicional estudio por el que abogaba el arte oficial para poder desarrollar el suyo propio.

Deseaban
ser modernos y esto les llevó a estudiar de la naturaleza por observación directa y objetiva sin posterior elaboración al acudir a esta misma. Es al aire libre donde los impresionistas trataban de aprehender la luz atmosférica cambiante y fugaz a diferentes horas del día. Realizaban series basadas en el estudio científico-químico de la relación luz-color apostando así, por la vibración colorista. La práctica de la pintura al aire libre traía como consecuencia el manejo fugaz del pincel para tratar de aprehender esa luz atmosférica cambiante. Por lo que, en su empeño por conseguir captarla, desarrollaron la pintura rápida que consistía en una técnica fragmentada, suelta y libre, de pinceladas cortas, deshechas, en forma de coma, que dejaban a un lado el dibujo correcto y el modelado de las figuras dando así a sus cuadros, la sensación de inacabado.


El invento de la fotografía fue crucial en la vida de los impresionistas: a pesar de que la realidad estereoscópica se consideraba un rival para el gremio artístico, los impresionistas supieron atacarla en donde esta no se podía defender: el color. Es por esto que, al no verla como un posible competidor, la utilizaron como medio de investigación y búsqueda personal ya que ofrecían visiones cada vez más subjetivas del mundo contemporáneo. Así pues, los escenarios elegidos por los impresionistas se vieron influidos por los encuadres fotográficos en los que, como una instantánea, el movimiento queda congelado y las figuras aparecen seccionadas.

Pero, ¿qué es lo que lleva a los artistas a que salgan de su estudio?, ¿por qué se centraron en la naturaleza y en la vida urbana y abandonaron otros temas como el religioso o el político?, ¿acaso puede tener todo esto una explicación histórica?. El profesor Ernst Gombrich, afirma que la historia del Arte es la historia de los artistas, por lo que, estos como nosotros ahora, estuvieron condicionados por el contexto de la sociedad que les rodeaba: la Francia del último tercio del siglo XIX.

Contexto histórico

Como podemos intuir, Francia estaba atravesando una buena situación económica debida a la reciente revolución industrial que tuvo lugar durante el Segundo Imperio entre 1851 y 1870. Esta época se caracterizaba por el triunfo de la economía capitalista gracias a una industrialización predominantemente textil y siderúrgica.

Por otra parte, el colonialismo también contribuyo a su desarrollo ya que, debido a la explotación de las colonias, se podían obtener materias primas indispensables para la industria europea que intensificaban el comercio y aseguraba el consumo de los productos industriales con los grandes mercados coloniales. Su imperio colonial estaba compuesto por territorios como Argelia, Túnez, Marruecos, Senegal, Congo, Gabón, Madagascar e Indochina entre otros.

Gracias a estas posesiones y al alto nivel industrial, Francia se convirtió en una potente fuerza militar. En cuanto a su política exterior, destaca también enfrentamientos con otras potencias como fue la
Guerra franco-prusiana de 1870, en la que el ejercito prusiano, reforzado por los ejércitos de los demás reinos alemanes, derrotó al francés en Sedan Como consecuencia de esta derrota, Francia perdió dos ricas regiones: Alsacia y Lorena, a demás de contribuir con grandes sumas de dinero en concepto de reparaciones de guerra.

Esta derrota no sólo supuso la pérdida de un gran ejército, sino el honor de Francia como potencia mundial y el vacío de poder. Este hecho fue aprovechado por las organizaciones obreras y por sectores de la pequeña burguesía para forjar una insurrección popular que terminó con el debilitado Imperio de Napoleón III y la instauración de un nuevo gobierno en 1871:
la Comuna de París. Durante este periodo, se intentó aplicar un programa revolucionario inspirando en ideas socialistas y democráticas: la elección del gobierno por sufragio universal, la separación de la Iglesia del Estado o la formación de una milicia popular fueron algunas de las muchas medidas.
Analizado el contexto histórico francés de la segunda mitad del SXIX, es comprensible el desarrollo de un movimiento artístico que buscase salir del estudio y que se abriese a nuevos horizontes y perspectivas ya que, de alguna forma, lo hizo análogamente Francia con su expansión colonial: dominó “nuevos horizontes, nuevas perspectivas”.


También podemos observar la tensión que se establece entre el arte y la historia en la necesidad de plasmar la vida urbana. Como hemos señalado, la revolución industrial hizo que Francia se convirtiese en una gran potencia dominada por la clase burguesa. El encumbramiento de la burguesía como grupo privilegiado en el siglo XIX conllevó a la vez, el mantenimiento de los hábitos tomados de la aristocracia y el surgimiento de otros nuevos. La familia burguesa era la célula básica de inserción del individuo en la sociedad y por ello fue objeto preferente de atención y control por parte del Estado.


Los artistas,
como buenos historiadores de su tiempo, se remitían a plasmar lo que veían en la sociedad: cafés, vedes, carreras de caballos, bailes populares. Toda una serie de fiestas y diversiones populares que reflejaban en el fondo la lejanía religiosa de una sociedad que, como más tarde auguraría Nietzsche, “había matado a Dios”. En otras palabras podemos destacar que, el hecho de que los impresionistas no plasmasen en sus cuadros ningún acto piadoso o escena religiosa, manifiesta de forma alguna, el vacío que había hacia Dios, escondido entre farolillos y bailes.

A finales de los ochenta, los impresionistas comenzaron a disgregarse, a tener dudas, a encontrar que su alborozante arte era insuficiente. En realidad fue algo desconcertante el hecho de que en el momento de mayor auge de este nuevo estilo, los impresionistas durasen tan poco tiempo. Pero lo cierto es que, en términos generales, esos artistas de pinceladas cortas y rápidas se percataron de que se hallaban en un callejón estilístico sin salida. Se encontraron de nuevo encerrados en otro “taller estilístico”: el taller de la naturaleza (humana y paisajística) que no les inspiraba más.

Este taller estaba formado por paredes construidas con el material del ocio tan característico de la sociedad francesa en la segunda mitad del siglo XIX. Un ocio, con el que los impresionistas disfrutaron en su momento y con el que tratan de hacernos disfrutar, plasmándolo en sus cuadro. Desde los bulliciosos bares y restaurantes de París donde la sociedad francesa nos transmite el fulgor de la época, hasta aquellos silenciosos días soleados reflejados en ríos y jardines.

Fueron sólo unos pocos, los impresionistas, los que un día decidieron revelarse contra las normas establecidas para llevar el arte a su máxima plenitud.


¿Es que acaso hoy en día a nadie le interesa revelarse por amor al arte?

¡¡ Seamos impresionistas, veamos el mundo con otros ojos!!