Hace unas semanas me llegó un proyecto a las manos con el que me emocioné. Un proyecto que pregonaba la cantidad de papel que había en el mercado y, aún así, estaban empeñados en sacar más... ¿por qué? No pretenden decir nada nuevo, pero sí de manera diferente: "Más papel", una revista amiga que tendrá mucho que decir.
Hoy en día que triunfa la fotografía y el fotoperiodismo no podemos olvidar que lo importante son las ideas, son los pensamientos, son las personas. Por eso me parecía inevitable no reivindicar en esta revista la necesidad que tiene el mundo de gente con ideas novedosas, que no tengan miedo a lanzarse aunque piensen que ya lo han hecho otros antes. Nadie puede hacer lo que tú puedes hacer porque sólo tú eres tú.
Más ideas, menos miedo. Dilo como quieras, pero dilo:
Adolf Hitler definió la ciudad de Viena como una apreciada perla a la que engarzar en su valioso collar imperial. El eclecticismo que rezumaban sus edificios, la pomposidad que contenían sus fachadas, la suntuosidad con la que la línea curva decoraba el mobiliario urbano. Todo ello reflejaba el estilo de vida vienesa fastuosa. Una vida anclada en el recuerdo de su glorioso pasado pero con pocas vistas a un futuro prometedor. Sus calles desprendían el dulce aroma del adorno que había embelesado a la vieja burguesía prisionera del imperio de Francisco Jose. Viena parecía estar condenada a girar eternamente sobre su mismo pasado, de la misma manera que lo hacían los discos de sus afamados compositores o sus gentes con el vals en sus recepciones. Pero no todos se dejaron embaucar por los caprichos de la excéntrica sociedad.
Ninguna persona mejor que el propio ciudadano vienes, como era Ernest Gombrich, puede expresar el fenómeno que aconteció en la Viena de 1900: “ El afán de superar a la generación anterior es lo que hace que haya Historia del Arte” . Y es que fue precisamente ese afán de liberar a Viena del adorno, lo que aunó a una generación de artistas jóvenes que desencadenaron una de las mayores revoluciones artísticas conceptuales: el arte moderno.
¿Por qué inspirarse en otros estilos del pasado y no crear uno propio?. El comienzo de siglo requería un estilo nuevo que liberase a la ciudad de la fantasía de la imaginación para manifestar la confianza en la ciencia y en el progreso que transmitía el empleo de la línea recta. Ese progreso racional, apelaba a la línea, a la sobriedad. Como decía Hermann Bach: “Mejorar el gusto estético del país para que viva mejor”.
En la arquitectura esta confianza en el progreso que depositaban los jóvenes se tradujo en desnudar las fachadas de mármol y abrir en ellas amplios y simétricos ventanales, como lo hizo Adolf loos con su Sastrería Goldman&Salatsch. En el caso de los interiores, el yeso, el hierro y el cristal se combinaban con tal sobriedad y simplicidad que el “mismísimo” progreso se hacia presente en una cotidiana casa de correos, como lo quiso transmitir Otto Wagner.
Freud utilizó su diván para desenmascara los males que arrastraban aquellos “payasos tristes” escondidos detrás de la mascara del “adorno” y los pintores; lo hicieron a través de sus lienzos. Las angustias que arrastraba aquella sociedad obsesionada con la muerte fueron liberados mediante el dibujo incorrecto, la acuarela de tonos oscuros y el carboncillo de Schiele y klimt los trató de cifrar a través de musas enigmáticas que entonaban el Himno de la Alegría de beethoven en el edificio del arquitecto Olbrich, sede de la Secesión . Con esta retrospectiva podemos concluir, al igual que lo hace el documental: la Historia se puede contar por medio de la Historia del Arte.
Leyendo un artículo en el periódico acerca de la amistad he caído en la cuenta de lo increíble que es que exista la necesidad de explicar temas tan cotidianos y a su vez tan complejos, que antes eran tan conocidos por todo el mundo, como el concepto de amor, la amistad, la familia… Parece que es necesario buscar apoyo constante en los libros de autoayuda y en los grandes investigadores, que en el fondo no hacen más que recordarnos la necesidad de vivir con unos principios y valores que eran obvios hace unos años.
Nos encontramos realmente en un periodo en que nos hemos olvidado de lo más simple tratando de descubrir las cosas más complejas y escondidas del planeta. Nos creemos así los dueños del universo cuando en el fondo no tenemos nada. Cualquier ciudadano de unos siglos atrás se reiría al ver cómo nos desesperamos por buscar ansiosamente la felicidad en las cosas más banales. ¿Y acaso sabemos qué es lo que nos hace felices?
Tenemos que recolocar algunas ideas en nuestra mente, descubrir por nosotros mismos lo que encierran conceptos como el verdadero amor o el trabajo. Se trata de pararnos a pensar qué es lo que verdaderamente llena nuestras vidas y en qué debemos poner nuestro norte. Sólo así seremos de verdad felices.
El sábado pasado tuve la oportunidad de pasar la tarde con una mujer impresionante. Por su apariencia externa podría parecer que no hay nada especial en ella: unos 50 años, castaña y no muy alta (aunque no puedo decirlo con exactitud porque hablaba con nosotras tumbada en su cama). Su voz suave y su hablar tranquilo, como muchos de los guatemaltecos.
Ella es la mujer de un embajador de Guatemala y como tal ha tenido que vivir en Rusia durante 15, donde reconoce haber vivido los años más felices de su vida. “Una ciudad impresionante”, afirma, “cuando te acostumbras a la comida, al frío y la gente”. Hasta aquí parece alguien sin nada especial, salvo ser la mujer se un embajador, pero me falta un detalle: lleva 3 años enferma de cáncer y los médicos afirman que no tiene cura.
La hora y media que estuve con ella no paró de sonreír y nos dijo que “lo importante no es cuántos años vivamos o los días que nos quedan de vida, lo importante es ser feliz”. Escuchar estas palabras de cualquier persona hoy en día es chocante, pero más si te lo dice una mujer que es consciente de su situación y seguro que – aunque no lo mencionó ni de pasada- ha sufrido mucho. Y yo veo hoy en día un grupo enorme de gente, dentro del que a veces me incluyo, que se queja de todo: del sol o de la lluvia, de este o aquel plan, de la clase que tengo hoy y de lo que tengo que estudiar mañana.
¿Por qué no dejamos de lamentarnos por lo que nos falta o nos molesta y pensamos un poco más en ser felices? Felices de verdad. ¿Saben cómo se consigue eso? Una mujer de Guatemala me lo ha enseñado con su ejemplo, se consigue olvidándonos un poco de nosotros mismos.
Random House lanzó en marzo de 2009 su espacio en la web: www.megustaleer.com. Un sitio no comercial donde los usuarios pueden informarse de las últimas novedades y tendencias literarias, dar su opinión acerca de los libros que ofrece la editorial e interactuar con sus escritores favoritos a través de la web.
De esta forma, Random House quiere establecer una relación especial y directa con sus consumidores y se interesa por cómo son y por qué les gusta leer. Además, la editorial colabora, a través de este espacio, con el fomento de la lectura y de este modo, demuestra a sus consumidores que es una empresa responsable capaz de asumir sus deberes para con la sociedad.
Os animo a ver el vídeo promocional de la editorial, que me parece muy bueno y espero que surta el efecto deseado y os anime a leer. Aprovecho también la ocasión para sumarme a la causa de Random House y decir algo que en el vídeo promocional no mencionan y que es para mí el gran beneficio de la lectura. Un libro es un instrumento maravilloso que, además de hacerte disfrutar, te ayuda a conocer el mundo que nos rodea, a descubrirte a ti mismo y a comprender mejor a los demás y ponerte en su lugar.
Por eso, aunque estés ocupado y creas que no tienes tiempo material para dedicar a la lectura, te animo, no a encontrar tiempo para leer, sino a buscarlo. También me parece importante que acudas a fuentes que consideras fiables, pidas consejo y hagas una buena selección de libros que quieras leer, porque hay millones de libros, pero el tiempo es limitado.